Nuestras Amoladeras: Los primeros pobladores de la Manga
LAS AMOLADERAS : LOS PRIMEROS POBLADORES DE LA MANGA
Un
día visitando el Museo Arqueológico de Cartagena me encontré frente a unos
útiles del período
Eneolítico, y despertó mi curiosidad. Me pregunté, de dónde procederán
estos utensilios
de sílex (cuchillos, puntas de flecha, piezas de cerámica, hachas
pulimentadas, adornos y collares de conchas,...). Cuál fue mi sorpresa al descubrir que procedían de La Manga del Mar Menor.
Pues
si señores, entre La Manga y Cabo de Palos nos encontramos un yacimiento,
que
pertenece
a los restos de un poblado que posiblemente se asentó aquí. Sabemos que
no era
un asentamiento permanente, puesto que no hay cimientos propios de
construcciones que
así lo indiquen, esto nos hace suponer que era un campamento estacional de
larga duración, ubicado en este lugar para poder aprovechar los
recursos que podía ofrecerles la naturaleza, tales como la caza, la pesca y el marisqueo.
Podemos fecharlo en el período Eneolítico, aproximadamente en 2850 a. C. Entre los
restos encontrados se descubrieron hornos para cocer cerámica, piedras para moler
grano, esto eran molinos algo rudimentarios, que se conocían como “piedras de
amolar”, de ahí que se le diese la acepción por la que es conocido en la actualidad, Las
Amoladeras. Este poblado de la Edad de Bronce fue declarado Bien de Interés Cultural (BIC).
No solo es un asentamiento importante, arqueológicamente
hablando, también tiene una
Importancia a nivel medioambiental, puesto que está
protegida hasta por siete figuras,
entre las que podríamos citar ZEPA (Zona de Especial
Protección para las aves), RAMSAR (Humedal de Imprtancia internacional) o LIC (Lugar de
Importancia Comunitaria), entre otras.
El interés medioambiental se debe a la existencia de dunas
de gran interés, o vegetación de arenales costeros. Se trata de un humedal, donde se dan
cita varios tipos de aves para buscar refugio y anidar.
Durante años este lugar sufrió un deterioro, que se vio
subsanado con un proyecto de
recuperación y regeneración del entorno, desescombrando,
protegiendo el yacimiento y
acondicionando la zona para devolverle ese aspecto
paradisíaco del que gozó en el
pasado...
Como podéis ver, estamos descubriendo la existencia de
civilizaciones desconocidas bajo este suelo aparentemente actual, y sin historia. Pues,
nada más lejos de la realidad, nuestro pequeño paraíso esconde tesoros muy sorprendentes.
Gemma Irnán Pacheco
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